Ya estamos a las puertas un nuevo año y, posiblemente, hemos realizado nuestra particular lista de buenos deseos y propósitos especiales para este largo periodo que nos queda por vivir. Así intentaremos superar ciertos errores, limar alguna que otra aspereza y volcarnos en aquello que, de verdad, merece la pena. Para aquellos que somos padres uno de nuestros objetivos principales es la educación de nuestros hijos, pero resulta que hay veces que nos centramos tanto en procurarles una disciplina ejemplar, que nos olvidamos de que el afecto, en la mayoría de los casos, suele ser la mejor medicina para salvar los escollos de la desobediencia.
El ser humano es individual. Así lo comprueba cualquier madre al tener a su bebé en brazos al nacer. Sin embargo, la persona también es social. De este modo, cuando los niños tienen tres años de edad, tienen una auténtica necesidad a la hora de relacionarse con los demás. A través de la relación los niños viven emociones, tienen nuevas experiencias, se sienten acompañados, aprenden y descubren el mundo que les rodea. Las figuras de referencia para los niños son los padres.
La familia es un núcleo formado por varias personas, es decir, una familia implica la formación de un grupo. Sin embargo, para que un grupo funcione de forma armónica tenemos que prestar una atención especial a la relación que existe entre cada una de las partes: relación de pareja, relación entre hermanos, abuelos y nietos...
La acogida urgente es la que ofrece a un menor la posibilidad de estar en un ambiente familiar, evitando su institucionalización en un centro de acogida, mientras se evalúa su situación en su familia biológica. Suele ser por un corto espacio de tiempo, entre 6 y 9 meses, tras el cual las autoridades deciden si necesita una acogida permanente o si su familia reúne las condiciones necesarias para que vuelvan con ellos.