Después de las vacaciones estivales no todos los niños se adaptan, de nuevo, a la rutina con iguales deseos. Los hay que están deseando retomar sus clases para reunirse con sus amigos y, en cambio, están aquellos que se muestran apáticos o, incluso, enfadados por tener que retomar sus obligaciones escolares.
Sucede que, algunas veces, nuestro niño desarrolla un importante miedo hacia los perros. En algunas ocasiones puede derivarse después de haber tenido una mala experiencia siendo muy pequeños: un repentino susto ante un ladrido o que el propio animal le haya gruñido ante una situación anómala. En otras ocasiones somos nosotros o alguien cercano a la familia el que siente ese temor y, de algún modo, se lo transmite al pequeño. Pero, por regla general y en la mayoría de los casos, sólo se trata de un miedo que surge de la nada y que tal como ha venido se marcha sin más.
Todos hemos pasado por esa etapa donde empiezan a adquirir hábitos de higiene, pero en el afán de hacerlos hacen todo al revés.
Las causas por las que los niños mienten pueden ser muchas y muy variadas. Generalmente, hasta los cinco años de edad no debemos preocuparnos demasiado por esas pequeñas mentirijillas que suelen ser fruto de su imaginación y de su constante creatividad. Es a partir de esa edad cuando ya debemos preocuparnos, sobre todo porque el niño ya sabe diferenciar entre la realidad y la ficción.