El circo, una tradición navideña

El circo, una tradición navideña

Escrito por: Belén    3 enero 2012     2 minutos

Aún están instaladas las carpas y hay tiempo para llevar a los niños

Aunque actúan durante todo el año, el circo es casi una visita obligada en Navidad. En todas las ciudades importantes se monta al menos una carpa ante la que se forman grandes colas de familias con pequeños ilusionados. Reconozco que nunca ha sido uno de mis espectáculos favoritos y no he tenido mucha prisa en llevar a los niños. Pero ayer, por fin, pese a que creí que mi bebé sería muy pequeño para entretenerse allí, nos fuimos a pasar la tarde al circo.

La primera sorpresa fue que ya no hace frío dentro. Antiguamente, al menos al que me llevaban mis padres, era imposible quitarse el abrigo bajo riesgo de congelación. Los asientos tampoco son aquellos bancos duros de madera, ahora se aguantan cómodamente las dos horas largas de espectáculo. Lejos de ser aburrido, lo pasamos todos muy bien.

No se si elegimos bien o todos los circos se han adaptado un poco al ritmo de vida actual. Los números ya no son interminables, sorprenden a los niños, les entretienen y antes de que puedan aburrirse cambian a otra cosa. Lo que no han cambiado son los gustos de los niños que se ríen a carcajadas con los payasos y colaboran con ellos, se asustan con los números más arriesgados y se dejan sorprender por la magia y la ilusión. Nadie se movió de su asiento hasta el intermedio.

Al margen de si está bien o mal que haya animales en el circo, creo que ha dejado de tener sentido. Es muy difícil sorprender a unos niños que tienen toda la información audiovisual al alcance de sus manos. Las llamas, avestruces o leones están en los zoos de casi todas las ciudades y en la tele los ven haciendo las acrobacias y gracias más insospechadas. Y la verdad, los momentos con animales fueron en los que se oyeron más murmullos y gente moviéndose en los asientos, señal de falta de interés.

Mi niña de 5 años disfrutó tanto que quiere volver hoy mismo, y para nuestra sorpresa el peque, 17 meses, no paró de aplaudir y bailar con los ojos fijos en la pista, durante la hora y media de la primera parte. El resto fue demasiado para él, pero aguantó y se lo pasó mucho mejor de lo que esperábamos.

Foto | Cosas del pasado y de ahora