
La situación ya era comentada por mi pareja antes de que niño naciera: pocos días después del nacimiento era necesario inscribir al retoño en el Registro Civil. Ya sabéis que el hecho de que venga una nueva vida al mundo también significa una serie de trámites legales. Y a mí, que apenas me gusta estar de papeleo, me entró en el miedo en el cuerpo. Había que esperar colas y era imprescindible rellenar documentos que no suelo entender mucho. Al final, todo fue más sencillo de lo que parecía.
Desde siempre le he tenido cierto miedo a los niños pequeños. A hacerles daño. Pensaba que eran tan vulnerables que con solo tocarlos podía provocarles cualquier tipo de problema. De hecho, no han sido pocas las veces que, en la familia, he salido "huyendo" de ellos porque no quería provocarles ninguna molestia. El pavor disminuía un poco con el nacimiento de algunos miembros cercanos. Niños pequeños con los que me llevo muy bien y con los que no dudo incluso en bromear si se presenta la ocasión.
Cuando se habla de embarazos, uno de los temas que suelen salir son las contracciones. No solo porque sean la antesala al propio parto (ya he visto a varias madres quejándose de las horas que estuvieron esperando), sino también porque suelen ser motivo de sustos. Son muchas las madres que han tenido contracciones y, aterrorizadas, han acudido al hospital pensando que iban a dar a luz. A nosotros también nos ha pasado. Aunque al final todo quedara en sus respectivas falsas alarmas.
Los papás artistas tienen una ventaja frente a los que no lo somos, y es poder dedicarles hermosas composiciones, ya sean musicales, poéticas o pictóricas, a sus retoños. Algo que, al mismo tiempo, nos beneficia a todos pues, a partir de su inspiración, también nosotros compartimos ese inmenso amor por los hijos. Esos pedazos nuestros que siguen libres su camino cuando ya les crecen las alas.
Entre los padres que tenemos gafas (y en la mayoría de ópticas) es muy famoso el hecho de que los bebés las rompan cada dos por tres. Se sienten atraídos por ellas, por lo que siempre intentan agarrarlas para juguetear todo lo posible. Algo que, evidentemente, no es muy aconsejable (si queréis seguir viendo perfectamente, claro).
Una de las primeras advertencias que recibí por parte de mi pareja fue muy clara: "cuidado con la comida, al no tener dientes es posible que se atragante". Es evidente que durante los primeros meses tuve un cuidado extremo. Incluso llegando a evitar los grumos de la leche. Estos también podían provocar problemas.
Seguimos con nuestra aventura de encontrar canciones dedicadas para los hijos. Afortunadamente son muchos los artistas e intérpretes que han querido dejar un legado de amor hacia ellos en alguno de sus trabajos. Y es que si hablamos de amor, sin duda, uno de los más férreos y sólidos es el que se siente hacia aquellos que han nacido de tu propio amor.
El amor entre padres e hijos debería ser un lazo inquebrantable que ha durar toda la vida. Padres amorosos que cuidan de sus hijos y que, llegados a la vejez, este amor se invierte, siendo los hijos los que cuiden de sus padres. Pero desgraciadamente no siempre es así. Aún tratándose de un ciclo natural de la propia vida, este amor no siempre resulta recíproco. Menos mal que eso sólo ocurre en rarísimos casos, al menos así queremos creerlo.
Pronto, el niño tendrá que realizar viajes en coche, por lo que adquirir una sillita ha sido obligatorio. Ya sabéis que este tipo de accesorios son imprescindibles por ley. Reconozco que la primera vez que tuve conocimiento de esta obligatoriedad me entró algo de miedo: ¿y si la ponía mal? ¿iba a saber colocar las sujeciones? ¿estaría conforme a la legislación vigente? No os preocupéis, todo es más sencillo de lo que parece.