La inocencia de los niños: ¿Qué es y cómo cuidarla?
Existen diferentes conceptos que describen de forma universal la realidad de la infancia: la inocencia es uno de los más utilizados. Una inocencia que se muestra en la mirada del asombro, la curiosidad y la ilusión del encuentro. La inocencia es inherente a la propia realidad infantil, sin embargo, no es ajena a los factores externos y al contexto en el que crece el menor. De este modo, existen variables e ingredientes que influyen positivamente en su protección, mientras que otras experiencias impactan negativamente en ella.
La inocencia infantil es una gran maestra para cualquier adulto
Más en concreto, para aquellos que, desde su posición, se implican en la educación, la formación y la crianza: padres, abuelos y educadores. La inocencia de la mirada de los niños adquiere una visibilidad especial en un tiempo que hemos dejado atrás recientemente: la Navidad.
Sin embargo, también aporta una belleza añadida a la rutina cotidiana. Muestra el factor sorpresa que se desvela en acontecimientos que parecen extraordinarios en la niñez y que pueden llegar a pasar desapercibidos para un adulto que vive más limitado por el ritmo de la prisa.
El adulto, condicionado por prejuicios y suposiciones, puede encontrar segundas o terceras interpretaciones en hechos y palabras (un proceso que suele dar lugar a muchos errores y equivocaciones). La inocencia infantil, por el contrario, conecta con el valor de la confianza, la naturalidad y la sencillez. La inocencia es una expresión de bondad, muestra una mirada limpia. Es un bien que también puede conservarse, aunque en un grado diferente, en la madurez. En ese periodo, refleja la capacidad de asombro que mantiene quien tiene una larga trayectoria y numerosas experiencias.
¿Cómo proteger, cuidar y respetar la inocencia de los niños?
Respondiendo sus preguntas sin quitar importancia al sentido de dicho interrogante. Respetando el ritmo propio de cada etapa de crecimiento, sin acelerar el proceso por medio de experiencias o contenidos que no se ajustan a la edad en la que se encuentra el menor. Por ejemplo, es positivo establecer lÃmites para seleccionar aquellos contenidos televisivos que se ajustan a las necesidades del espectador. Del mismo modo, conviene potenciar la lectura de cuentos que presentan un desenlace amable y constructivo.
Los niños no crecen de espaldas a la realidad cuando se encuentran en la etapa de la inocencia. De hecho, es una mirada que prepara al menor para desvelar nuevas certezas de manera gradual. Sin embargo, el recuerdo de aquellos años permanece como un refugio, incluso, en la madurez.
El sentido de la inocencia cambia cuando equivocadamente se interpreta como un tipo de ignorancia (no son dos términos sinónimos). De hecho, es muy positivo que el niño avance en su comprensión de la realidad, pero de manera gradual. Además, muchos comentarios infantiles muestran una gran sabidurÃa vital. El sentido de la inocencia alcanza su máxima expresión cuando conecta con la bondad, la intención positiva, la sonrisa sincera y la sorpresa.
El nacimiento de un hijo sitúa a padres y madres en un momento en el que, de un modo simbólico y metafórico, vuelven a conectar con su niño interior. Y los recuerdos de la infancia están más presentes en la experiencia del dÃa a dÃa. Pues bien, el propio ejemplo personal puede convertirse en un alimento de la inocencia infantil.
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