En sentido estricto, la envidia es una emoción universal que afecta al ser humano en general. De hecho, el análisis de este sentimiento es palpable en la historia de la filosofía. La envidia fue definida por el filósofo medieval Tomás de Aquino como un tipo de tristeza, en concreto, es la tristeza por el bien ajeno.
La tristeza es una emoción que experimenta un ser humano en cualquier momento de su vida, sin embargo, la tristeza se convierte en depresión cuando el estado de ánimo doloroso persiste en el tiempo. Puede resultar sorprendente que los niños también sean víctimas de la depresión infantil, sin embargo, en la actualidad los expertos afirman que afecta a un porcentaje importante alrededor de un 8 y un 10 por ciento de la población infantil.
Ya hemos hablado en otras ocasiones como la poesía es un arte literario muy en consonancia con el mundo infantil. Si desde bien pequeños les vamos acostumbrando al ritmo y candencia de los versos, seguramente estaremos educando un oído que intentará encontrar, a su alrededor, aquellos sonidos más afines a la belleza. De esta forma les estamos asegurando una educación emocional donde dejan de preocuparse, excesivamente, por las cosas materiales para abrir sus sentimientos, también, hacia el mágico mundo donde habitan las cualidades más íntimas del ser humano.
Muchos padres pretenden tener hijos perfectos, sólo llenos de virtudes y que se conviertan, por arte de magia, en meras marionetas que podamos manejar a nuestro antojo. Evidentemente entre la anarquía total de una despreocupación en su comportamiento hasta la rigidez de una educación llena de críticas y reproches, hay un largo camino lleno de matices donde prime el crecimiento educacional y emocional a la par.
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