Enseñarles a pedir perdón

Enseñarles a pedir perdón

Escrito por: Sacra    18 enero 2011     2 minutos

Dentro de las múltiples tareas que nos toca desarrollar como padres, también está aquella en la que debemos enseñar a nuestro hijo que nadie es perfecto, que todos cometemos errores y que, por lo tanto, hay que ser consecuente con nuestros actos y, poniéndose en el lugar del prójimo, adoptar el perdón como una parte más de la convivencia humana.

Pero no sólo se debe quedar en un acto formal y de mera educación, lo importante es que lo sienta, que desarrolle ese sentimiento de empatía hacia los demás, inculcándole que, del mismo modo que no le gusta recibir ofensas o desprecios, tampoco debe ofrecerlos él. Si tu hijo ha tenido un mal comportamiento con su amigo, su hermano o su amigo, anímale a pedir perdón. De esta forma será un niño preparado para tener buenas relaciones personales a lo largo de su vida.

Alrededor de los dos años ya saben que si pegan a otro niño, por ejemplo, este se sentirá triste y empezará a llorar. Además de reprenderles por esa mala acción, debemos ayudarles a que hagan que ese compañero se sienta mejor y así, también él, se sentirá más aliviado.

A partir de los cinco años el niño ya sabe perfectamente lo que está bien y lo que está mal, por lo tanto una mala acción por su parte sabe que va a desembocar en un daño. Si hasta entonces no hemos sido capaces de inducirle a pedir perdón ahora la tarea es más complicada aunque nunca imposible. Hay que ser rectos y armarse de paciencia, hablarle de la necesidad de encontrar una reparación para ese daño, bien sea con una palabra, un abrazo, un gesto amigable y, sobre todo, cambiando de actitud en las próximas ocasiones.

Pero como siempre decimos en estos casos, la mejor enseñanza es el ejemplo. Si a nosotros nos escuchan pedir perdón, decir «lo siento» o mostrarnos humildes ante nuestras «meteduras de pata», ellos lo adoptaran en su vida como un sentimiento más dentro del variado carrusel de las emociones humanas.

Vía | Guía Infantil
Foto | Mi gallinero