Mala costumbre es querer convertir a los abuelos en padres
Sin embargo, existe otro prisma desde donde contemplarlo. Si nos planteamos la pretensión de que nuestros padres cuiden a nuestros hijos durante periodos de tiempo largos (fundamentalmente por trabajo), no podemos además exigirles como deben hacerlo. Una temeridad, a mi modo de ver, que no se debe cometer.
Que no queramos malcriar a nuestros hijos es una cosa, pero querer que nuestros padres se responsabilicen de ellos a nuestra manera es otra bien distinta. Los abuelos han sido padres antes que nosotros y saben lo que se hacen. Cargarles con esa responsabilidad requiere de cierto tacto por nuestra parte. A nadie se le ocurre ir al colegio para decirle al profesor como debe educar a su hijo (la realidad es bien distinta por desgracia). Si confiamos en los profesionales, que decir de nuestros padres.
Nunca van a llevar por el mal camino a sus nietos. Eso no hay ni que decirlo. Que pueden darles más de lo que deberían, quizás. Que pueden consentir más de lo que deberían, quizás. Que el cariño hacia sus nietos les pueda ablandar el corazón, tal vez. Pero nunca van a ser malos consejeros si antes no lo fueron con nosotros.
La confianza debe ser mutua en ese aspecto. Delegar en su experiencia para el tiempo que pasen con nuestros hijos es una obligación por nuestra parte, a la vez que una suerte tremenda. Que nuestros padres puedan aportar un pedacito de su sabiduría en la educación de nuestros hijos es algo que debe llenarnos de orgullo y satisfacción. No cometamos el error de que sean padres puros y duros. Simplemente, dejemos que hagan uso de su conocimiento y buen hacer para mejorar lo que ya hacemos nosotros.
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