Traer un hijo al mundo no sólo implica estar pendiente de su salud, su crecimiento, crearle buenos hábitos, cuidarle y mimarle ante las adversidades y procurarle una educación con la que, el día de mañana, pueda defenderse y vivir dignamente frente a la vorágine del mundo. También, aunque muchas veces no le prestamos demasiada atención, debemos ser cuidadores de sus emociones y, para poderlo hacer bien, lo mejor es acompañarlos en ellas.
Cuando uno de los miembros de la familia está muy enfermo, esto suele convertirse en un transtorno para todo el entorno. Más aun si el que está enfermo es un miembro pequeño. Como padres podemos sentirnos muy cansados y la incertidumbre es un pensamiento recurrente a lo largo del día. Pero debemos pensar como manejaremos estos problemas con nuestros otros hijos.
El espacio no sólo remite al ámbito material que puede medirse en centímetros cuadrados sino que el espacio también afecta al mundo emocional de un ser humano. Los sentimientos no se ven, sin embargo, se sienten. Por este motivo, cualquier madre o padre debe aprender a separar los espacios emocionales para educar a un niño. ¿Qué significa separar los espacios?
En sentido estricto, la envidia es una emoción universal que afecta al ser humano en general. De hecho, el análisis de este sentimiento es palpable en la historia de la filosofía. La envidia fue definida por el filósofo medieval Tomás de Aquino como un tipo de tristeza, en concreto, es la tristeza por el bien ajeno.
Y si… así nos ven desde sus pequeños ojos…
Todas sabemos que el tiempo se nos pasa volando, cuando son pequeños muchas veces por las obligaciones que tenemos les dedicamos poco tiempo a nuestros hijos, y cuando estamos en condiciones de dedicarles más tiempo, vemos que han crecido y son ellos los que nos pueden dedicar poco tiempo a nosotros.
La tristeza es una emoción que experimenta un ser humano en cualquier momento de su vida, sin embargo, la tristeza se convierte en depresión cuando el estado de ánimo doloroso persiste en el tiempo. Puede resultar sorprendente que los niños también sean víctimas de la depresión infantil, sin embargo, en la actualidad los expertos afirman que afecta a un porcentaje importante alrededor de un 8 y un 10 por ciento de la población infantil.
Te seguiremos hablando de los que en ocasiones sucede luego de la adopción de un hijo.
A partir de los siete años, el niño empieza a experimentar síntomas de mal humor. Por ejemplo, deja de levantarse con la misma energía por las mañanas y ya no tiene tantas ganas de ir al colegio. Pone resistencia cuando antes se despertaba con una sonrisa en los labios. Ante esta situación muchos padres se preguntan qué está pasando. Sin embargo, conviene aclarar que se trata de un comportamiento normal y habitual en un niño que está creciendo. Es decir, el niño ya comienza a saber más qué es lo que quiere, ya no es un bebé con chupete y pañales. Por tanto, él también tiene que adaptarse a un proceso de cambio constante.