E. Punset: Invertimos más en un coche que en un hijo

E. Punset: Invertimos más en un coche que en un hijo

Escrito por: Mónica M. Bernardo    24 noviembre 2010     2 minutos

El otro día tomando un café inesperado con mi amigo Manolo, empezamos a reflexionar sobre la sociedad que estamos creando y de cómo se educa, consciente e inconscientemente, a los niños de hoy en día (ambos tenemos hijos). Un tema complejo teniendo en cuenta lo ocupados que estamos los padres y todo lo que rodea a los pequeños. Cosas que a veces podemos controlar, otras que no tanto y otras que erróneamente dejamos de lado.

Él opina que la amplia mayoría de los padres lo hace bien y se encarga de sus hijos de la mejor manera posible (aunque sigue un razonamiento más complejo). Yo soy más pesimista y considero que no hacemos todos los esfuerzos que pudiéramos. Siempre se puede hacer algo más, pero hay que ser muy valiente, priorizar y muchas veces dejar de ganar en otro aspecto de tu vida para poder invertir en tus hijos, y no hablo solo de dinero. Por desgracia, muchos padres ni siquiera se lo plantean.

Casualmente, el magnífico pensador Eduard Punset acaba de reflexionar sobre ese mismo asunto y lanza unas aseveraciones que cuando menos te hacen pensar sobre la educación emocional que le estamos dando a nuestros hijos.

Para él, los pequeños son verdaderos departamentos de Investigación y Desarrollo que no podemos dejar a su suerte, sino que tenemos que conducir con sumo cuidado para que sean capaces de aprender y asimilar unos valores importantes en la vida. Decía Pitágoras algo que viene a cuento: “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”.

Palabras cargadas de sentimiento y sentido, tiempo de calidad entregado y un buen ejemplo de vida pueden ayudar a nuestros hijos en su desarrollo y crecimiento, más que regalos caros, actividades extra escolares y escuelas de lujo en las que puedan aprender muchos idiomas.

Punset concluye en su artículo con una reflexión que suscribo palabra a palabra: «Tenemos que cuidar muchísimo más de lo que hemos querido o sabido hacer el aprendizaje emocional de los niños y no solo, como ha ocurrido hasta ahora, el aprendizaje cognitivo o académico. Hasta los siete años, los niños son el mejor ejemplo de un departamento de I+D con gastos pagados, que no podemos abandonar a su suerte si queremos sobrevivir».

Vía | Eduard Punset