El cachete y el azote se mantienen en la educación infantil
Los niños necesitan un control constante, una disciplina y una supervisión por parte de un adulto pero… dónde encajamos en todo esto el castigo físico. Pues debe tener un lugar dado que los españoles seguimos recurriendo al cachete o la bofetada para mantener a raya a nuestros pequeños.
Eso pese a que ha quedado suficientemente demostrado que la disciplina física puede ser perjudicial y dejar secuelas psicológicas en los menores. Incluso el azote que nada tiene que ver con el maltrato infantil que, por desgracia, también es más frecuente de lo deseable. Hablamos del típico ‘más vale un azote a tiempo’ para corregir o controlar algún comportamiento infantil no deseado.
Y es que los padres siguen viendo como una forma aceptable y adecuada de educar a sus hijos, hay una aceptación social de la disciplina física. Una conducta que se produce normalmente acompañada de una agresión psicológica por parte del adulto. Lo que incrementa la probabilidad de que aparezcan consecuencias psicológicas adversas.
Según las estimaciones realizadas por expertos consultados por el diario El Mundo, «la mayoría de los padres emplea el azote, la bofetada o el cachete una media de más de 10 veces al año».
Asimismo, un reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) «destapó que el 60 por ciento de la población española está de acuerdo en dar una bofetada a un menor con el objetivo de evitar problemas mayores más tarde». Además el 49,1 por ciento reconoció haber recibido un azote en alguna ocasión, y el 27,9 por ciento haber recibido una bofetada ‘a menudo’ por parte de sus padres.
Es decir, utilizamos la lógica empleando la psicología inversa. No nos parece del todo bien pero si a nosotros nos dieron un azote y no hemos salido tan mal, es justificable que nosotros los demos en un momento determinado.
No obstante, es preciso volver a recalcar que son muchas las investigaciones que han evidenciado que son mucho más eficaces los razonamientos verbales, los refuerzos de los comportamientos adecuados y la aplicación de castigos no físicos cuando son necesarios, que el empleo de la violencia física y psicológica por poca que sea.
Vía | El Mundo
Foto | Mi Bahía
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